Los comienzos de la Compañía Misionera en el horizonte extenso y esperanzador de las Misiones en el Perú. Los PP Pasionistas, precisan de la colaboración de Misioneras a fin de establecerse en Lagunas. Se establecen en la Parroquia de Lagunas, pueblo ubicado en la margen derecha del Río Huallaga, atendido por dos misioneros Pasionistas. El 12 de marzo de 1951 llegaron a Lagunas. En esta fecha, Lagunas Distrito tenía unos 8,000 habitantes, de los cuales, el 80% eran Kukamillas y el 20% Mestizos y Ribereños. Al llegar, les impacta la ignorancia religiosa que encuentran en la gente. Escuela, Internado, Dispensario, Visitas Familiares y Catequesis fueron sus primeras actividades a las que se dedicaron con alma vida y corazón. La experiencia les fue mostrando las marcadas diferencias entre el Pueblo Nuevo y el Barrio Central lo cual requeriría, trato y enfoques diferenciados. Pronto comenzaron las Jiras Apostólicas. En 1952, se inician las visitas a ARAHUANTE para atención de salud. Más adelante, el pueblo pidió educación y formación religiosa. El contacto con los Muratos del Río NUCURAY se inició en 1973. La primera vocación peruana en la Compañía fue Angélica Arce Rodriguez, una joven de 19 años. Fallecida este año 2018. En la década del 80, las Instituciones Educativas del pueblo iban en aumento. Los servicios de Salud quedaban en manos del Ministerio. Así las cosas, se pidió a las hermanas reflexionar sobre nuestra permanencia o no en esta Misión. La decisión fue poner Lagunas a disposición del Vicariato. A primeros de enero de 1987. En los días 23 y 24 de enero se celebró unas Jornadas como HOMENAJE POPULAR DE AGRADECIMIENTO por los 36 años de presencia de las hermanas en Lagunas.
REESTRUCTURACIÓN EN PERÚ: La necesidad de una Planificación Realista permaneció latente hasta que el VIII A.G. propuso la REESTRUCTURACIÓN e inició el proceso. El Gobierno General ayudó con materiales y técnicas adecuadas. Hasta que, en enero de 2017, en Lima, llegaron a la etapa final.
Muchos años de dedicación en el campo de la educación, la salud y la formación de agentes de pastoral. Se han creado muchos lazos de fraternidad con las personas, que saben que las hermanas están entre ellas y para ellas. Cuidamos de la comunidad cristiana y participamos muy activamente en la organización del pueblo.
Siempre en el campo de la educación, hoy estamos trabajando en un programa de escuela secundaria rural de la UNESCO en Perú, "Horizontes", que cuenta con el apoyo del Vicariato. El objetivo es permitir que los adolescentes completen su educación secundaria, fortalezcan sus habilidades socioemocionales, su identidad individual y su ciudadanía intercultural.
También trabajamos en el área de derechos humanos de la pastoral social del Vicariato de Jaén, coordinando con otras instituciones actividades y talleres en diversas comunidades indígenas.
Desde 2016 nos instalamos en un barrio periférico de la invasión llamado La Paz. La mayoría de la población son indígenas de la etnia Shipibo-Konibo y un gran número de familias provienen de Macaya donde vivimos desde 1977 hasta 2015. Por ahora la comunidad visita Macaya periódicamente según un programa establecido a principios de año. .
Desde nuestra llegada, y con nuestro propósito en mente, nos hemos dedicado a visitar a nuestros vecinos mestizos y a los de los asentamientos y comunidades Shipibo-Konibo que aquí viven.
Desde la COVID gestionan una cocina popular donde cada día se reparten alrededor de un centenar de comidas preparadas, un grupo de mujeres se organizan para turnarse en la preparación y una de ellas vela por la coordinación.
Participamos de la comunidad cristiana durante la celebración dominical y otras actividades de la parroquia, y participamos en la formación de seminaristas en la fase propedéutica del seminario intervicarial de Pucallpa.
Trabajan con grupos de indígenas que luchan por preservar su identidad, y responder a los desafíos de la población, etc.
La comunidad colabora en la formación y organización de comunidades cristianas en Barrio Florido y varios pueblos aledaños.
En la escuela secundaria, supervisan a los profesores que imparten clases de religión. Pertenecen a la Parroquia de San Pedro Pescador en Iquitos donde colaboran con el párroco en la formación de animadores pastorales.
En Iquitos, una hermana acompaña a un grupo de una veintena de mujeres que practican reflexoterapia en diferentes parroquias. Lo hacen con mucho interés y dedicación y lo viven como un ministerio de sanación.
La necesidad de tener una casa en Lima era sentida por las misioneras de Lagunas y el Nieva. En aquellos tiempos, todos los servicios del Estado se concentraban en la capital. El 8 de febrero de 1955 llega al Puerto de Callao, la expedición de las cuatro fundadoras para la Casa-Procura de Lima. El 9 de marzo de 1955, comienzan a trabajar en la Obra ayudadas por cuatro señoritas y dos doctores voluntarios. Con el tiempo, entre los doctores y las hermanas surgió una gran amistad y se convirtieron en grandes colaboradores y miembros de la “Asociación Amigos de la Compañía Misionera”, que nació en junio de 1959. Los Padres Agustinos ofrecen a la Compañía Misionera, la Dirección de la Sección Infantil de su Colegio en Lima. Ofrecimiento que fue aceptado. A partir de 1961, la Comunidad de Lima, cumplía un doble objetivo: Llevar la Sección Infantil y atender las necesidades de las comunidades y misiones de la selva a través de la Procura. Pastoral Vocacional. Más la atención al numeroso grupo “Amigos de la Compañía”. También durante algún tiempo fue casa de formación para las primeras etapas. La idea de tener en Lima dos comunidades, flotaba en el ambiente.
También el servicio de administración del Perú.
Esta comunidad es muy activa en el barrio, en la parroquia y en otras actividades pastorales, como la pastoral penitenciaria. La relación con las personas, la proximidad con los vecinos, la familiaridad con los laicos de la Compañía Misionera, etc.
Toda su vida es un verdadero testimonio de vida fraterna.
Las laicas van a uno de los sitios de misión donde están las hermanas en Perú. Elena Mamani nos comparte su experiencia “Participé muy animada y con mucho interés en el último encuentro del año de la comunidad laical de la Compañía Misionera. Me sentí más identificado como miembro laico de la Compañía Misionera porque creo que cada vez nos integramos más y, sobre todo, que avanzamos en nuestra perspectiva misionera: hasta ahora, estamos transmitiendo individualmente nuestras propias experiencias para dar a conocer. el carisma de la Compañía, pero a partir de ahora se abre una novedad en nuestro proyecto como comunidad misionera laica: participaremos en la misión de apostolado en comunidad en lugares específicos de misión. Esto me satisface, me anima. Siento que estoy creciendo cada vez más en esta dimensión misionera de la Compañía de dar amor, servicio, donación y oración al prójimo.
El 18 de febrero 2002 llegamos al Aeropuerto de Puerto Príncipe. A las afuera se habían amotinado la gente pues el Presidente no cumplió lo prometido. Haití recibió la donación de una gran cantidad de arroz, libre de impuestos para la gente pobre, y lo que se hizo fue venderlo, incluyendo el impuesto. Esta era la realidad del país y en este contexto llegamos. El miércoles 27 salimos para Bombardopolis, con nuestro párroco. Empezamos el aprendizaje del “kreyol”. En las tardes nos acompañan unas jóvenes que nos dan clases de canto. Las tres vamos visitando familias, lo cual nos permite conocer a las personas al recibirnos y compartir con generosidad desde lo poco que tienen. Aquí se vive de la Providencia, hay momentos en los cuales sería imposible realizar algo por carencia de agua o elementos necesarios. El ecumenismo se palpa en la vida diaria, la relación que existe con otras Iglesias es muy significativa. Nuestra casa es casa de acogida, vivimos la universalidad, porque el ser este lugar tan cerrado y carente de servicios básicos, acogemos con gusto otras personas que vienen a prestar algún servicio: médicos, ONG, Observadores de la Unión Europea….y es muy significativa para ambas parte esta experiencia. Distribuimos alimentos en 7 escuelas a sus comedores escolares….vamos mejorando la calidad de vida, becas para estudiantes, cisternas para el agua, arreglos de casas… Desde el 2002 hasta el 2017, la comunidad de Bombardopolis trabajó con alegría y entrega en esta misión. A causa de la falta de personal se cerró en abril 2017. Y nuestra presencia en Haití se continúa en la comunidad de Puerto Príncipe.
El 4 de marzo de 2014, llegamos a Puerto Principe. Nosotros estamos ubicadas en un sector muy alejado del centro de la ciudad que comenzó a formarse a partir del terremoto del 2010. En este momento ya hay muchos villages barrios, pero con una infraestructura de servicios muy pobre.
Nuestra casa se encuentra en la aldea “Colombie”, que tiene otras 72 casas hechas por la misma corporación.
La primera etapa es de inserción para aprender la lengua, conocer la cultura, la realidad económica, política, socio-cultural y religiosa del pueblo haitiano.
El Vudú es una religión practicada por muchos haitianos.
Hoy tenemos un grupo de Infancia Misionera, llevamos la comunión a los enfermos. Estamos dando clases en un colegio del barrio y apoyando con becas a niños de primaria, visitamos las familias. Formamos jóvenes haitianas con deseos de darse al Señor en la Compañía Misionera.
La población haitiana da prueba de una capacidad de aguante frente al sufrimiento, la violencia, el hambre extrema, las injusticias y la corrupción de los ricos y de los políticos. En estos últimos años los barrios se encuentran en manos de bandidos fuertemente armados, los episodios de crímenes, masacres, secuestros y la inseguridad se han multiplicado en todos los barrios de Puerto Príncipe y han llevado al país a una decadencia total.
La presencia de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús, en Colombia, nos sitúa inmediatamente en sintonía con su gente de la costa Pacífica concretamente con los afroamericanos e indígenas. Grupos humanos que con su experiencia nos han aportado la profundidad del alma de su raza y el sentido comunitario de la vida. Comienza en febrero en el año 1965, se abre la primera casa de la Compañía en Colombia, en el Hospital Infantil de la Cruz Roja de Medellín, como punto de apoyo para extendernos a las misiones de este país. Se nombra la primera comunidad con cinco hermanas que se encontraban desarrollando su labor misionera en Perú. En 1968 se funda la misión de Docordo, que abarca aproximadamente 3.000 km2 , con un total de unos 30 pueblos y una población de unos 6.000 habitantes. En Docordó son afroamericanos. Se trabajó en la escuela, en el dispensario en las jiras a los pueblos, cursos radiofónicos para indígenas e edad escolar internado para indígenas… El 14 de enero de 1972, llegan las hermanas con el fin de establecerse de manera estable y definitiva en Pichimá, misión de indios waunanas. La alfabetización de adultos fue una tarea que necesitaba dedicación. Se hizo una cooperativa artesanal, medio privilegiado para la emancipación de la mujer. En 1973 se funda Orpúa, misión de afroamericanos, luego vino Buenaventura, Callelarga, Guapi…
Cada una de las hermanas, según sus posibilidades, realiza un trabajo de pastoral en la parroquia en las diferentes actividades y en los demás barrios de Medellín.
Las hermanas acompañan a los grupos, apoyan la catequesis general. También acompañan a las familias, a los grupos de oración, a la formación cristiana, en las visitas asesoran a los enfermos, aconsejan, consuelan y alientan a las personas que sufren. Intentan hacer todo al estilo de Jesús.
Esta es la situación que vivimos. Los jóvenes murieron en enfrentamientos o fueron asesinados por ser ex guerrilleros. Mucha tristeza y muchos interrogantes con una actitud orante ante esta realidad.
Este año, debido a la situación de violencia, no pudimos visitar como es habitual los pueblos de las veredas donde se encuentran “los comedores”. Otro trabajo fuerte de Guapi es el proyecto para niños discapacitados.
Dos veces por semana vamos a prisión y el miércoles hay una clase de alfabetización para un pequeño grupo de tres presos.
La realidad de nuestra avanzada edad, con sus respectivas limitaciones de salud, no nos quita la esperanza de vivir y trabajar juntos, haciendo presente el Reino entre nuestros hermanos.
Buenaventura es una ciudad de grandes conflictos sociales, generados por la violencia, la falta de oportunidades y el empobrecimiento de las personas que viven en un puerto rico en recursos.
Generadores de empobrecimiento y violencia: El narcotráfico. Grupos armados ilegales. Los reintegrados que continúan delinquiendo. La policía abusa de su autoridad y viola los derechos humanos. Clientelismo político. Desempleo. Violencia doméstica. Desplazados. La proliferación de sectas.
Nuestra tarea misionera es ocuparnos de la capilla del barrio, distribuir las remesas de alimentos, visitas a familias y grupos de personas mayores. Apoyamos a los pacientes y sus familias dentro de la asociación CVS “compartiendo diferentes habilidades”: promoviendo globalmente a las personas con discapacidad. promover la responsabilidad activa de cada uno de ellos y de sus familias en la sociedad y en la Iglesia. Brindamos oportunidades de crecimiento personal y social a través de: formación, rehabilitación y trabajo.
Somos un grupo de mujeres laicas, amigas unidas en la fe y en el amor al Sagrado Corazón de Jesús. Un amor que fue alentado y descubierto por el acercamiento que muchas de nosotras tuvimos con las diferentes hermanas de la Compañía Misionera.
Compartir vida y acontecimientos con las hermanas ha hecho que a lo largo de los años, cada uno de nosotros, Laicos de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús, tengamos la certeza de la grandeza del Amor del Sagrado Corazón manifestado en cada uno de sus hijos. .
Es el amor por los necesitados lo que nos enamoró a todos de esta Gran Misión de la Compañía.
Este Amor nos hizo encontrar las palabras y acciones precisas y necesarias para ir en misión, comenzando por nuestros hogares, los lugares donde trabajamos y la comunidad en general. Ayuda a mejorar las viviendas de algunas personas necesitadas. Desde el programa de personas con discapacidad visitamos familias, lo que nos permitió vivir otra realidad y nos abrió nuevos horizontes para entregarnos en otros ámbitos. Por otra parte, desde hace muchos años se ejerce un apostolado en la prisión municipal.
Trabajo en Orpua